Wednesday, May 4, 2011

Sin esperanza y Sin Dios


    Estas palabras, “sin esperanza y sin Dios” nos hablan de la condición en la que se encuentra la mayoría de la gente en México.  Por eso estámos como estamos.  Es de esperarse que la condición de nuestro México cambie mientras esto no cambia.
    Nos reímos de los chistes en cuanto a la corrupción en México.  Nos estremecemos por la violencia y vivimos en temor.  Pero ¿porque tanta corrupción? ¿Porqué tanta violencia?
    Pongámonos a pensar.  ¿Qué esperanza tiene la gente más allá de las cosas de este mundo? Si lo único que tengo es lo que tengó aquí.  Si no hay esperanza más allá de la muerte, entonces lo lógico es hacerme de todo lo que pueda traerme “felicidad” ahora.  Qué importa lo que le cueste a los demás. En los pocos años que la persona tiene para vivir en este mundo hay que asegurarse de vivir bien o mejor que antes y disfrutar de lo que este mundo ofrece.  La violencia, a mi parecer, es sólo una manera más agresiva de conseguir lo que la currupción siempre ha conseguido.  Y ahora gente que antes no tenía acceso a las riquezas y a los placeres de este mundo lo tienen por medio de la violencia.  Es más rápido conseguir un carro último modelo si me lo robo que si poco a poco le voy robando a mi patrón o por medio de sobornos consigo un buen puesto en el gobierno o en la empresa.
    En está condición desesperanzada nos encontrabamos todos.  Puede ser que no llegamos a participar de la corrupción descarada. Pero de alguna manera pusimos nuestras esperanzas en lo que este mundo ofrece.
    Según Efesios 1:17 Pablo ora para que los creyentes en Éfeso sean alumbrados por Dios para que conoscan “cual es la esperanza a que él nos ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.”
    Lo triste es cuando los creyentes viven como si no tuviésen esperanza de algó más que lo que este mudno ofrece,  cuando vivimos como si sólo lo de este mundo importara y participamos en las prácticas corruptas de este mundo para conseguir lo que de otra manera no se puede conseguir,  cuando en la iglesia se manejan pótliticas y manipulaciones para conseguir lo que queremos
    Pero en Cristo hemos sido cambiados.  Ya no somos ciudadanos de este mundo. Somos ciudanos de un nuevo reino. Nos regimos por otras leyes más áltas que són de Cristo porque estamos en Cristo.  Nuestra mirada no debe ya estar en las cosas de este mundo sino en las cosas celestiales.  Si nos vemos tentados a sentirnos atrapados en la “carestía” en la que vivimos, recordemos que este mundo no es nuestro hogar.  Somos herederos en Cristo de riquezas y de una vida que ninguna mente humana se puede imaginar.  Nosotros no vivimos sin esperanza y sin Dios en este mundo.  Tenemos esperanza y tenemos a Dios.  Que no vivamos de esta manera es triste.
    ¿Qué sería de mi si en todo momento viviera conciente de que mi esperanza no está puesta en lo que veo aquí? ¿Qué sería de mí si el reconocimiento, que de alguna manera todos deseamos, la busco en Dios y no de los que me rodean, ni en el trabajo, ni en la iglesia?  ¿Qué sería de mi si todo lo que importara sería vivir según lo que mi cabeza, que es Cristo, me esté dictando?

    ¿Cambiaría mi iglesia? ¿Cambiaría mi vecindario al ver lo que Dios hace en un hombre? ¿Habría más poder de Dios en mi vida para cambiar mi mundo?

    Tantas preguntas que puede ser que nunca hemos de contestar porque no nos atrevemos a quitar nuestra mirada y esperanza de las cosas que nuestros ojos ven.