Agradeciendo a Dios por su Soberanía

Por eso, Dios nuestro, te damos gracias,
Y a tu glorioso nombre tributamos alabanzas. I Crónicas 29:13 (NVI)

Este versículo empieza por decir que es “por eso” que David y el pueblo de Israel le daban gracias a Dios.  En ocasiones animamos al pueblo de Dios a dar gracias sin hacer caso del “por eso”. En ocasiones damos gracias a Dios sin el contexto de este pasaje.  Veamos qué es lo que precede a estos versículos  ¿Qué fue lo que motivo a David a expresar su gratitud?

¡Bendito seas, Señor,
    desde siempre y para siempre!
 Tuyos son, Señor,
    la grandeza y el poder,
    la gloria, la victoria y la majestad.
Tuyo es todo cuanto hay
    
en el cielo y en la tierra.

Tuyo también es el reino,

y tú estás por encima de todo.
De ti proceden la riqueza y el honor;
    tú lo gobiernas todo.
En tus manos están la fuerza y el poder,
    y eres tú quien engrandece y fortalece a todos.
 Por eso, Dios nuestro, te damos gracias,
    y a tu glorioso nombre tributamos alabanzas.
1 Crónicas 28:10-13

Si leemos cuidadosamente estos versículos vemos que David y el pueblo de Israel junto con él daban gracias a Dios no sólo por lo que había hecho sino también en razón de supremacía.



Uno de los temas recurrentes en las Escrituras es la supremacía de nuestro Dios.  ¿Qué significa ser supremo?  Según la Real Academia Española supremo es “Sumo, altísimo; que no tiene superior en su línea.”[1] 




No hay nada ni nadie superior a nuestro Dios.  En Isaías 45:5 Dios le habla a Ciro rey medo-persa quien no le reconocía como Dios: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí.”  Por más que él hombre no quiera reconocer la existencia de Dios y su supremacía, Dios “es” y es supremo.



Lo triste es que muchos de los que nos llamamos por el nombre de Cristo olvidamos que Dios es Supremo.  Puede ser que le tememos a las enseñanzas de corte calvinista y su énfasis en la soberanía de Dios y por lo tanto no enfatizamos esta verdad, pero creo que en el mayor de los casos no lo hacemos porque esto significa que nosotros estamos obligados a obedecer la voz de nuestro Dios.  Queremos reclamar nuestros derechos y nuestro libre albedrío.

Requiere de la humildad reconocer este atributo de Dios y como consecuencia agradecerle a Dios por ser así.

Lo triste de ignorar la supremacía de Dios es que trae consecuencias tristes a nuestra vida.  En primer lugar, pierde sentido el trazo de la historia.  Si no hay un Dios que es supremo que ha de llevar todas cosas a un final según su plan y propósito entonces estamos a la misericordia de casualidad.  No tiene propósito este mundo los eventos de este mundo y de nuestro mundo no tienen sentido.  Nuestra vida y la historia es solo una serie de eventos y situaciones sobre los cuales nadie ni nada tiene control.  La injusticia y las cosas malas que nos pasan son solamente eso, eventos sin propósito, pero de igual manera las cosas buenas y justas también lo son, aunque más agradables no tienen ninguna finalidad.

Mi opinión es que como creyentes aunque decimos no creer en la teoría de la evolución y no ser idolatras no creemos en la supremacía de Dios.  Rebajamos a Dios a un nivel inferior del que se le atribuye en las Escrituras.

Según la Palabra de Dios, Nuestro Dios es el que traza la historia. “Lo que pasó, ya antes lo dije, y de mi boca salió, lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad.  Por cuanto conozco que eres duro, y barra de hierro tu cerviz, y tu frente de bronce, te lo dije ya hace tiempo;  antes que sucediera te lo advertí, para que no dijeras: Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas.”  (Isaías 48:3-5) Esta verdad nos da la confianza de que los eventos en la historia no se mueven a la deriva ni por la casualidad.  Todo se mueve hacia el final que Dios ha determinado.  El libro completo de Apocalipsis junto con el libro de Daniel nos dan hacen claro este mensaje.  A pesar de que parezca que hay hombres que están en control de la historia como Nabucodonozor o en el postrer tiempo el anticristo, vemos por las Escrituras que Dios porque es supremo gobierna en esta tierra:

“Para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres.” Daniel 4:17

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”  Romanos 8:28

Dios ordena las cosas para que sus propósitos sean cumplidos y esto le da sentido a nuestra vida.  Por lo tanto es una razón para darle gracias a Dios porque él es supremo y nos ha incluido en sus planes.

Por otra parte la supremacía de Dios nos debería mover a la gratitud porque el hecho de que Él sea supremo implica que Él está por encima de todo y todos.  No hay Dios como nuestro Dios.  Varios de  sus atributos se desprenden de este hecho.  Como vemos en el pasaje de Deuteronomio con el que empezamos el poder para gobernar, el hacer riquezas, el fortalecer está en manos de Dios. 

Si le necesitamos, si hay cosas en nuestras vidas que no tienen sentido, si el futuro se ve incierto podemos saber que nuestro Dios supremo tiene todo bajo su control.  Puede ser que no quite la frustración la incertidumbre por completo pero da esperanza que no existe si Dios no está en control.  Fue por la confianza que Pablo tenía en esta verdad de nuestro Dios, y en muchas cosas más que conocía de Dios, por las cuales Pablo pudo escribir, “regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4) aun cuando estaba en prisión y también pudo decir: “por nada estéis afanosos.” (Filipenses 4:6)  Además por esta confianza en que Dios está en control de todo le movió a escribir “Dad gracias a Dios en todo.”  Podemos dar gracias a Dios en toda circunstancia porque no hay circunstancia que esté fuera del control de nuestro Dios ni que Él no pueda usar para nuestro bien o cambiar según su propósito.

No es esto un motivo grande para agradecer a Dios por lo que Él es. Alabado sea nuestro Dios porque no hay otro como Él, un Dios alto y sublime.

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. (Isaías 57:15)






[1] Supremo, ma. http://lema.rae.es/drae/?val=supremo. 2015 Real Academia Española. (19 Abril 2015).

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