Confieso que en muchas ocasiones me he hecho la pregunta si
estaría dispuesto a dejar la comodidad en la que vivo para vivir con carencias
físicas a fin de seguir el llamado de Dios.
Mis padres cuando llegaron a
México recién casados, compartieron un cuarto, que servía como dos recamaras y
una cocina, con el hermano mayor de mi papá, su esposa y dos hijos. Su primera
cama fue prestada y tenía un colchón con una hilera de resortes en el centro
más altos que los demás. La mesa al principio era un burro de planchar, y el
baño era el espacio detrás de un árbol caído en el patio.
Mi padre cuenta que la noche
antes de salir de su casa cuando se vino a México, Dios le dio el siguiente
versículo. "Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno
que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o
hijos, o tierras por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más
ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones;
y en el siglo venidero la vida eterna." (Marcos 10:29-30. Esto fue unos
meses antes que se casara.
Y en base a eso se vino a
México y luego se trajo a su recién casada que no sabía nada de español ni nunca
había lavado ropa en el arroyo. Tuvo que comer comidas raras que nunca había
probado y se vio obligada a aprender a regatear en el mercado porque nada tenía
precio y lo peor de todo, sin saber hablar el español.
Pudiera contar muchas otras cosas que sufrieron mis padres
incluyendo amenazas de muerte pero esto sirve para pintar en poco el reto que
vi en la vida de mis padres.
Esto para mí ha sido tanto un
legado como también un desafío.
Regreso a la pregunta. Estaría dispuesto a hacer lo mismo yo después
que Dios me ha permitido vivir una vida mucho más cómoda. Espero que si
llega el día en que Dios me llame a algo así esté yo listo para responder sin
quejarme.
En parte me hago la pregunta
porque veo tantos ministros de Dios sin disposición para "sufrir" un
poco por causa del evangelio. Esperan que la vida sea "cómoda" desde
un comienzo en el ministerio. “Somos hijos del Rey,” se dicen ellos mismos y se
convencen.
Y más tristeza me da cuando veo
que algunos son ministros que son el producto del sufrimiento que vivieron mis
padres para que a ellos les llegara el evangelio.
Yo si llegué a escuchar que mi
madre se preocupara porque no había con que comprarnos por lo menos ropa nueva
para los domingos, porque para lo demás siempre fue ropa usada. Sin embargo,
nunca escuche que mi madre renegara porque fuera culpa del ministerio que viviéramos
así.
Ella se casó con un hombre que
muy poco conocía. Lo conoció por carta pero se casó porque estaba convencida
que Dios le había llamado a ser esposa de un misionero. Fue por eso que
rechazó a otros pretendientes con quien le hubiera ido "mejor" y
escogió a mi papá porque había dedicado su vida para ser misionero.
Como decía, espero que si llega
el día en que Dios me llame a vivir una vida con privaciones físicas, esté yo
listo para seguirle. Sé que tengo una esposa que me seguirá a donde Dios me
llame. Eso siempre ha sido su preocupación, que yo cumpla la voluntad de Dios
en el llamado que Él me ha hecho.
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