Sunday, March 23, 2014

La Gratitud y la Comunión con Dios


Si somos hijos de Dios llevamos su naturaleza y por lo tanto habrá un deseo de ser agradecidos.  Exploremos un poco esta idea. 

Podríamos empezar por una de la razón que acabamos de ver, la obediencia.  Los que viven en comunión con Dios desean obedecerle.  Cristo le dijo a sus discípulos: “si me amáis,  guardad mis mandamientos.” (Juan 14:15).  No es posible vivir en plena comunión con Dios si no guardamos sus mandamientos y como acabamos de ver el dar gracias es uno de los mandatos que se nos da como hijos de Dios. 

Que podemos decir entonces de cristianos que son fieles en su caminar con Dios y no son gente agradecida.  En la iglesia se les conoce como miembros fieles y buenos cristianos, activos en la iglesia, etc.  Tenemos que recordar que el ser “buen cristiano” y vivir en plena comunión con Dios no siempre son sinónimas.  Yo puedo ser un buen hijo, ser cumplido, dar evidencia de buena educación pero no tener una comunión muy íntima con mis padres.  De la misma manera puedo ser un hijo muy bien comportado de Dios pero no necesariamente vivir en una relación muy íntima con Dios y por lo tanto aun cuando sea obediente en muchos aspectos no necesariamente voy a ser un hijo agradecido.  Puede ser que en alguna área de mi vida me esté rebelando contra Dios y no estoy contento con algo que Dios esté haciendo en mi vida y por lo tanto no me siento agradecido y no lo soy tampoco.  Pongamos por ejemplo alguien que está enfermo de cáncer.  Todos estaríamos de acuerdo que esta es una enfermedad muy difícil.  Si la persona está resentida porque Dios no le ha sanado a pesar de que como iglesia han orado por él y además tiene familia que cuidar o es demasiado joven para morir entonces tal persona probablemente no va a ser una persona que encuentre razones para darle gracias a Dios aun cuando haya muchas en su entorno.  ¿Qué podemos decir de personas que han perdido un ser querido, un hijo pequeño, que Dios no les ha suplido de empleo, o contestado cualquier otra petición que tengan?  Las razones para desviar la atención de las bendiciones de Dios son muchas aun cuando seamos “buenos hijos de Dios”.   No estamos blasfemando su nombre, no estamos viviendo en “pecado”, no estamos dando “mal testimonio” pero si no hay intimidad con Dios.

Volvemos a repetir no es posible tener una relación íntima con Dios y no ser agradecidos.

Otra de las razones porque aseveramos esto es porque uno de los frutos del Espíritu Santo es el amor.  Si en verdad estamos viviendo en comunión con Dios entonces se ha de manifestar en nuestra vida el fruto del Espíritu Santo.
Este amor que es fruto del Espíritu no sólo es amor para con el prójimo sino también amor para con Dios.  ¿Cómo puedo decir que en verdad amo a Dios si no estoy agradecido con las múltiples bendiciones que trae constante a mi vida?  Si en verdad amo a Dios entonces seré agradecido con él.  Veré cada vez que me detengo a pensar en mi Dios y en lo que está pasando en mi vida que existen un sinfín de razones para darle gracias.  Más adelante estaremos explorando algunas de estas razones que se ven plasmadas en las Escrituras pero por el momento podemos mencionar algunas: la vida, la familia, mi iglesia, el trabajo, la educación que tengo, el sustento y la lista continúa.  En cada una de estas razones podemos encontrar razones también para no estar agradecidos.  Por ejemplo,  puedo estar insatisfecho porque aunque tengo familia mis padres nunca me mostraron amor, aunque tengo salud suficiente para trabajar tengo una rodilla en la cual la artritis no me deja de molestar, aunque tengo trabajo no paga bien o tengo un jefe insoportable y una vez más la lista continúa.  Sin embargo, si el Espíritu Santo está obrando en mí y hay amor entonces veré las razones para sí darle gracias a Dios y pedirle a Dios paciencia o fe para soportar aquello que sea problemático.  Mi amor a Dios me ha de hacer entender que Él es un Dios bueno y que para siempre es su misericordia para conmigo, que en verdad no merezco ninguno de los beneficios del los cuales el me colma.  Como dice Lamentaciones 3:22  y 23: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” Dios nos ama tanto que en su amor me lo demuestra abundantemente. Siendo merecedores de la muerte y del castigo eterno y en esta vida siendo tan inconstantes y mal agradecidos con él es de sorprenderse que Dios aun nos colma de sus bendiciones.

          Pero ese amor que el Espíritu Santo produce en nuestra vida no solo produce gratitud hacia Dios sino que también hacia el prójimo.  ¿Cómo puedo decir que amo a Dios si no amo a mi hermano? (1 Juan 4:20) y ¿cómo puedo amar a mi hermano y no expresar mi agradecimiento por el bien que me hace?

          Creo que este es un de los males de los cuales adolece nuestra sociedad: la falta de la expresión de agradecimiento hacia el prójimo y aún en las familias que se nombran por el nombre de Cristo.  Esto sí es un grave problema porque es síntoma de un mal más profundo, la falta de una relación íntima con Dios.  Como hemos estado diciendo, una relación en verdadera comunión con Dios se va a evidenciar en la gratitud tanto a Dios como al prójimo.  Pudiéramos decir que esta es una manera de medir la intimidad con Dios en una familia: qué tan agradecidos son.  Por lo mismo, como tantas cosas es algo que como padres necesitamos enseñar a nuestros hijos.  Si los hijos ven en nosotros gratitud por las bondades de Dios entonces aprenderán a ser agradecidos con Dios y con los que les rodean.

          Otra razón por la cual vemos que la gratitud es una evidencia de la comunión con Dios es que no es posible tener intimidad con Dios sin un conocimiento de su persona.  Si en verdad conozco a Dios le conoceré como el Dios que es: amoroso, bondadoso, misericordioso, fiel, omnisciente, etc.  Si conozco a Dios entonces conoceré que en su gran conocimiento tanto del pasado como del futuro Él sabe lo que es mejor para mí y para el bien de mi vida, no solo tanto en el presente, como también para el futuro. Por lo tanto, no me queda sino estar agradecido por lo que venga a mi vida, me parezca bueno o malo, porque en su gran plan y en sus propósitos todo será para mi bien.  Ningún verdadero mal me podrá suceder.  Lo que parece malo al presente a la luz de la eternidad se verá que fue la bondad y el amor de Dios que lo ordenó así.  Es por eso que si en verdad vivo en comunión con Dios seré una persona agradecida con él y no podré guardarle  ningún rencor por las circunstancias adversas en mi vida. Podré agradecer a Dios en todo tiempo y en toda circunstancia como Pablo lo escribe en I Tesalonicenses 5:18 porque sabré que todo evento y circunstancia en mi vida, de alguna manera, es una pieza en el gran rompecabezas de Dios que a su fin producirá un hermoso retrato.

          Es por eso entre más comunión existe entre una persona y su Dios más agradecimiento habrá.  Entre más se le conoce más confianza hay en él y más admiración por su obra tan perfecta aun cuando no se entiende del todo.

Si vivimos en comunión con Dios entonces la gratitud será un resultado natural.

          En todo esto, sin embargo, hay un misterio o una paradoja.  La gratitud es como hemos estado viendo un resultado de la intimidad con Dios, pero a su vez, el ser agradecido produce intimidad.  Pudiéramos decir que es a su vez un resultado como una causa de la comunión con Dios.

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